|Historias y Casuísticas| El 13 de abril de 2025, murió el nobel de la literatura, el peruano Mario Vargas Llosa, a los 89 años en Lima. En sus columnas y obras tuvo una posición marcada en las novelas Policiales.
La novela Policial que todo policía debe leer, ¿Quién mató a Palomino Molero?
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¿Quién mató a Palomino Molero?
NOBEL MARIO VARGAS LLOSA
El teniente Silva y el Guardia Lituma, pertenecientes a la Guardia Civil, prestaban servicios en Talara – Piura, pese a las represalias de altos mandos deciden investigar la muerte de un soldado aviador, cruelmente torturado; pero finalmente, por el poder y las influencias fueron cambiados «Al término de la distancia».
El crimen que da origen a esta novela es el hallazgo de un cadáver de un soldado de aviación (FAP), llamado Palomino Molero con claros signos de haber sido torturado y por la violencia con la cual se perpetró el crimen, anima aún más a los jóvenes investigadores. La novela trata de resolver las preguntas ¿Quién lo mató? ¿Por qué lo asesinaron con tal salvajismo?
Después de matarlo lo habían hecho trizas, con un ensañamiento sin límites: tenía la nariz y la boca rajadas, coágulos de sangre reseca, moretones y desgarrones, quemaduras de cigarrillos, y, como si no fuera bastante. Estaba descalzo, desnudo de la cintura para abajo, con una camiseta hecha jirones. Era un joven delgado, morenito y huesudo.
El interés de Lituma, a diferencia del teniente Silva, obedece más a sus sentimientos que a sus intuiciones. Él se conduele por la horrible muerte de Palomino Molero, de quien finalmente sabremos que solo era un joven soldado que vivía enamorado de la hija de un militar de alto rango.
El teniente Silva, incitado por Lituma, decide investigar, no por la institución a la que representa, sino por sus principios, porque intuye que en la perpetración del crimen está de por medio el abuso del poder. De ese modo, en su investigación se ven involucrados la Fuerza Aérea en la zona norte del Perú y varios de sus altos mandos. Sin embargo, las respuestas que halla no resuelven absolutamente nada para nadie. Es más, el investigador está sujeto a las represalias de quienes administran el poder y no podrá hacer
nada contra ello. El Coronel Mindreau, miraba con desprecio o caso discriminaba a los guardias, motivando a una conversación amical y de camaradería entre ambos.
El Teniente Silva y Lituma, pese a todos los obstáculos, que surgían de los altos mandos, decidieron continuar e indagar esta muerte, pero finalmente ambos fueron cambiados y termina con una peculiar conversación:
-Malas noticias para ti -dijo el Teniente, volviéndose hacia él-. Te han
transferido a un puestecito medio fantasma, en el departamento de Junín. Tienes que estar allá en el término de la distancia. Te pagan el ómnibus.
– Tanto que querías aclarar el misterio de Palomino Molero. Ya está, te lo aclaré. Y qué ganamos. Que te manden a la sierra, lejos de tu calorcito y de tu gente. Y a mí tal vez a un hueco peor. Así se agradecen los buenos trabajos en esta Guardia Civil a la que tuviste la cojudez de meterte. Qué va a ser de ti allá, Lituma, dónde se ha visto gallinazo en puna. Me muero de pena sólo de pensar en el frío que vas a sentir.
-Jijunagrandísimas -filosofó el guardia.
Mario Vargas Llosa: ¿Novelas policiales?
El novel de la literatura, tenía una postura marcada en las novelas Policiales, y el desencuentro con la literatura.
«(…)
Los lectores de literatura saben perfectamente cuándo las novelas policiales dejan de ser “buena literatura” y el texto de la historia se convierte en otra cosa: en una adivinanza en el mejor de los casos, o, en el más sofisticado de ellos, en una historia aparte, en la que el crimen, o los crímenes, dejan de ser importantes y se convierten en un mero pretexto para ir creando la intriga policial. Esta intriga es la que, en última instancia, marca la diferencia entre una novelita policial y una obra literaria. De más está decir que no hay equivalencia entre una y otra, porque la literatura puede cambiar la vida de las personas, y una novelita policial solo es capaz de entretener un rato a los lectores, o incluso pervertirlos, al extremo de que aquellas novelitas les obturen la asimilación de la verdadera literatura.
¿Hay una frontera rígidamente establecida entre la verdadera y la falsa literatura? Sí la hay, pero no para todos es la misma, y así como se puede establecer un mínimo común para los lectores de buena y auténtica literatura, sería posible, sin duda, determinar con un cierto grado de precisión entre los genuinos lectores de novelas policiales y los que, como el que esto escribe, nunca se han sentido colmados con esas historias, aunque estas, de hecho, sean capaces de exaltar la curiosidad o la necesidad de “querer saber” más de lo que se sabe, hasta detectar el nombre o la sociedad de los verdaderos asesinos.
Desde luego que hay diferencias entre uno y otro libro. Tanto que me atrevería a establecer un punto de desencuentro, y afirmar que, así como los escritores pueden aprovechar para referir sus historias, ingredientes típicos de la novela policial, estos, como hace Javier Cercas en su última novela, pueden perfectamente servirse de ingredientes o formas parciales de historias policiales, siempre que en sus escritos haya, además, otras cosas. Esa es tal vez la diferencia mayor: los escritores de novelas policiales no pueden alterar la disyuntiva esencial del género, el descubrimiento del o de los asesinos, sin que sus historias dejen de formar parte de ese género —la novela policial— y pasen a formar parte, para bien o para mal —generalmente es este último el más frecuente de los casos— de la literatura a secas. Y vaya las decepciones que suelen producir en los lectores estos casos, infrecuentes, en que una historia “policial” resulta mucho más que eso.
¿Qué une o distancia a estos géneros? Un verdadero mundo. En una novela “policial”, lo fundamental es descubrir al asesino y esto depende de la habilidad que la práctica corriente ha desarrollado en el lector, y las elucubraciones y complejidades de que se valen los autores para estimular la curiosidad de sus lectores, en tanto que en la literatura nunca será lo más importante identificar a un asesino, sino cambiar la vida de las gentes que leen, revelándoles la mayor complejidad del mundo real que ellos creían imaginar, o despertar ciertos apetitos o ansias en los lectores, que, a partir de esa novela, descubren un mundo nuevo, o una nueva manera de iniciarse en este mundo, enterados de sus complejidades o estructuras secretas, de las que sienten que en el futuro dependerán sus vidas. Leer a Fiódor Dostoievski o a Gustave Flaubert no es leer a Arthur Conan Doyle, aunque los tres sean maestros eximios en el género que cultivan. Pero es el género el que establece las distancias, no los autores, que pueden ser los más grandes en esa especialidad.
NOVELA DE VARGAS LLOSA QUE TODO POLICÍA DEBE LEER, DESCARGA EN PDF: